Jean-Georges Noverre (29 de abril de 1727 – 19 de octubre de 1810), bailarín francés y maestro de ballet. Es considerado el creador del ballet moderno.

A pesar de los infinitos comentarios que se produjeron – y que aún circulan en los salones y pasillos de las más prestigiosas instituciones de danza y ballet en el mundo –, nos encontramos en la universidad del movimiento dancístico de un precursor del ballet. Aquel que, con un nuevo enfoque en las bases y estructuras, fundamentaría una innovadora directriz en el ámbito de la creación y enseñanza en el ballet clásico; cuyas enseñanzas llegarían hasta la danza contemporánea del presente siglo. Aquel conocido como Georges Noverre. 

Fue un precursor emergente del siglo XVIII. Tenía sus ideas muy claras con respecto a la nueva idealización de un nuevo concepto al movimiento y sus interpretaciones. Esa idealización la llamó la pantomima en el ballet clásico o el ballet en acción

Incluso hasta el más significante ser que trabajaba en el campo sembrando o gesticulando con sus más enteros movimientos la necesidad de comunicar al otro – u otros – en el espacio, era observado por Noverre.

Su ingenio supo decir sin temor ni amedrentamientos sus más íntimos deseos de un verdadero cambio en el ballet clásico. Con sus Lettres sur le dansé et sur les ballets (Cartas sobre la danza y los ballets), en las que pensó –  en un principio – que a ningún ser de la tierra le interesaría; todas aquellas observaciones, conversaciones y deducciones sobre un auténtico cambio y enfoque del ballet clásico y el mundo que lo gestionaba y lo rodeaba. Por eso, destacamos su entera gallardía en determinar aquella postura; una nueva modificación o criterios dentro del movimiento dancístico y de sus indudables consecuencias a futuro.

Un instructor memorable

George Noverre fue un gran maestro de ballet clásico . Cada día como instructor escribía, observaba, deducía y objetaba cada uno de los movimientos que expresaban los bailarines; incluso hasta el más significante ser que trabajaba en el campo sembrando o gesticulando con sus más enteros movimientos la necesidad de comunicar al otro – u otros –  en el espacio, era observado por Noverre. El maestro, en sus letras, nos invita a conocerlo. Encontrarnos con él como un ser totalmente callado, observador, detallista y enteramente humilde con sus afirmaciones y lógicas sobre el movimiento corporal en su totalidad.

Él argumentaba que el sentimiento de las personas o sus roles establecidos tenían un lenguaje corporal. A partir de eso se debía establecer un código, una ética y un soporte metodológico que delineara un verdadero concepto de la comunicación corporal en las clases de ballet clásico; tanto en escena como en la interpretación de un personaje establecido.

Noverre mostró, con sus detalladas orientaciones al ejercer como educador y orientador, la importancia que tiene un maestro de ballet clásico en las alineaciones. Además, el papel fundamental del público; el cual necesita de más argumentos que pensar y conversar para su deleite cotidiano en las comidillas de salón o hasta en su hogar mismo.

Este ser ingenioso y lleno de virtudes era directa e indirectamente envidiado por sus dotes de gran maestro, creador y coreógrafo. Hasta sus más íntimos amigos eran envidiosos de sus propuestas sobre un verdadero cambio en el mundo del ballet clásico. Tanto así que, su alma protectora, la reina Maria Victoria, sentía la necesidad de protegerlo de los comentarios de villanos para que Noverre no se desligara de la idealización y creación del movimiento; así continuaría en la creación de nuevas coreografías y, por supuesto, en la escritura de sus más íntimas observaciones. Así, se sentiría motivado en mantener ese horizonte para alcanzar y dejar un legado tan importante como el ballet pantomima o el teatro danza.

El trabajo creador de Noverre

El maestro Noverre estuvo indagando, desarrollando y husmeando durante 6 años una idealización a una nueva forma de danza. Él veía en el ballet clásico – aquel entonces – una simetría notable. Sentía la necesidad de formalizar de forma poética un nuevo lenguaje corpóreo y expresivo; sin disociar los movimientos mecánicos de los pies y brazos, los movimientos del alma y las representaciones variadas de la fisionomía.

Él mismo se autodenominó como el propulsor a una drástica modificación de las prácticas teatrales de danza a nivel europeo. Luego señaló con gran interés el asombro a los grandes aprietos que, supuestamente, tuvo que pasar frente a las consecuencias de sus innovadoras ideas.

Sus cartas Lettres sur le dansé et sur les ballets hicieron reflexionar a muchos intelectuales de aquel entonces y de hoy en día; reflexiones acerca de lo que era la ópera y el ballet clásico antes de 1760 y lo difícil de no reconocer el efecto que produjo estas cartas.

Sin este genio no nos daríamos cuenta de la necesidad de un verdadero cambio sobre la reestructuración e innovación de un sistema del ballet clásico; el cual era rígido y sin matiz de sentimiento. Esto sugeriría o apuntaba que, el maestro de ballet clásico debe intervenir desde la pedagogía; desde la acción, la expresión y el sentimiento como factor de comunicación y lenguaje para ser estereotipado y trabajado para una verdadera representación teatral y dancística. 

La crítica no lo defiende

Muchos críticos – de antes y de hoy –  pertenecientes al mundo del ballet clásico, la danza y la ópera difieren de manera rotunda al ver a Noverre como el propulsor que él mismo se autoproclamó. Afirman que no fue el idealista inicial de la propuesta de un cambio en la revisión y ajuste del ballet clásico y la danza de aquel entonces. Se basan en la existencia de grandes maestros – anteriores a Noverre – que trabajaron por la aprobación de un proceso innovador de la danza para la danza. Pero cabe destacar que el ímpetu de su gallardía como persona intelectual lo colocó en la cima de la referencia de tal cambio; la cual generaría la crítica escrita.

Estos críticos, que entablaron una relación directa e indirecta en el mundo del ballet clásico y la danza con Noverre, exclamaron con viva voz el rechazo del trabajo de quien habría sido – según Noverre –, el verdadero reformador de la danza teatral de la época. Además, Noverre fue quien se lanzó en el ruedo de las críticas e ignorancias intelectuales; esto lo hace el reformista absoluto sin lugar a duda.

Lápiz y papel

Lógicamente cada investigador y creador tiene sus influencias, pero debemos enfatizar en que cada uno comienza a fundar un nuevo proceso con lápiz y hoja en mano. Ese proceso fue de Noverre.

Las deducciones de Noverre lo llevaron a determinar que no se necesitaba tener una máscara que ocultara aquella fiel expresión que tenían – y tienen – cada una de las personas.

El bailarín-maestro delineaba que un maestro de ballet debería ir más allá de sus funciones como educador y pedagogo; debía enfocarse en darle vida a todo su trabajo de composición en el movimiento corporal y de los movimientos corporales de todos los estudiantes que estaban a su cargo. En aquel momento, el absoluto lenguaje comunicacional del susodicho ballet no se notaba en los mismos bailarines; surgía una acalorada opinión de que los mismos bailarines eran marionetas sin un gesto viviente del sentimiento como la poesía y las pinturas de aquel entonces. Es decir, cada maestro debe ser su propio pintor, filósofo y poeta de sus propias creaciones del movimiento, ya sea de forma limitada o ilimitada en el espacio.

Él fue muy crítico y dedujo con entero criterio que la realización de los verdaderos ballets de certeras representaciones – sea de aquel entonces y de las nuevas creaciones coreográficas – deben tener unos desenlaces didácticos con un orden de exposición, un nudo y un desenlace. Es más, con sus cartas se autocriticó diciendo que se estaba convirtiendo en un ser sin sentimientos; por eso debía cambiar, ya sea de manera radical o paulatina, para que el concepto de la pedagogía y la creatividad en el movimiento no fuera deshonesto en sus inquietudes y argumentaciones.

De los sentimientos a lo visual

Este ser inmensamente lleno de virtudes a nivel personal, determinó la importancia del sentimiento y sus pretensiones más directas o indirectas a nivel personal, dentro o fuera del mismo escenario. 

Cada uno de nosotros danzamos y nos expresamos con el cuerpo al interpretar un personaje que nos otorgan o trabajamos. Las deducciones de Noverre lo llevaron a determinar que no se necesitaba tener una máscara que ocultara aquella fiel expresión que tenían – y tienen – cada una de las personas. Determinó que cada uno de nosotros necesitábamos expresar nuestros más valiosos sentimientos y afectos; sin requerir a una máscara de soporte para ocultar aquel deseo de expresar una verdadera historia, poesía y argumento social de aquel tiempo. 

Cada uno de nosotros tenemos miles de máscaras para decir o expresar lo que en realidad queremos decir o emular, con consecuencias o no, ya sea en el mismo trabajo pedagógico, en el escenario o en la cotidianidad personal.

Como bailarín y maestro experimentó y condensó todas sus ideas; las de innovación pedagógica, didáctica y de representación personal, dentro de un salón de ensayos o dentro de un teatro. Así se referenciarían todas aquellas personas que le gustaba su profesión o actividad.

Él mismo percibía la importancia del protagonismo del bailarín y la bailarina dentro y fuera del escenario.

Los relatos, representaciones, imitaciones y emociones representadas por Noverre y sus más fieles estudiantes no tuvieron una adecuada satisfacción a la hora de interpretar un exitoso trabajo dancístico. Noverre urgía de manera obstinada en la falta de algo en sus trabajos creativos, de enseñanza y de bailes. Su obsesión de un verdadero cambio lo llevó a darle vida a todos aquellos movimientos; utilizando los sentimientos, las expresiones, los caracteres expresivos que fluían en su interior o exterior, tanto de él mismo o de sus estudiantes. Así explicaría y puntualizaría el más mínimo concepto de que el cuerpo; desde la cara hasta los pies tienen una interpretación lógica de acción para ser visto o interpretado.

Legado

El maestro era un perseverante detallista a todo lo que le rodeaba; para él siempre había una gran o una simple deducción sobre los pro y/o contras de las cosas que los circundaban. En sus cartas fue muy específico y persuasivo con las personas y cosas; cada una tenía su espacio, su específica y perfecta función. 

Puntualizó que un maestro de ballet debía tener algunos conocimientos de tramoyista; ya que él mismo coexistía dentro de ese espacio donde pensaba y reflejaba todos sus pequeñas o grandes ideas a nivel de un verdadero montaje escénico. Si no tenía esa capacidad de utilizar modelos que ilustraran sus pensamientos a los obreros, lo mejor era una explicación clara y precisa. De este modo, materializaría todo un verdadero concepto de lo que sería un espectáculo a presentar.

Determinó que el ballet es una especie de máquina construida ingeniosamente, cuyos diferentes efectos impresionan y sorprenden por su rapidez y multiplicación. Con una gran sutileza, nos impresionó diciendo que el ballet debía ser rescatado como aquella pintura que tenía un gran mausoleo con todos sus componentes.

Bailarines

El maestro trabajaba y vivía experiencias a nivel académico y de montaje con los bailarines. Él mismo percibía la importancia del protagonismo del bailarín y la bailarina dentro y fuera del escenario; asumió una opinión precisa sobre su verdadero rol, en el que cada uno merecía su enaltecimiento. Dedujo que ellos eran artistas del movimiento, en el cual debían renovarse cada día, tanto en sus movimientos como en los roles que se le otorgaban, ya sea por el maestro o coreógrafo. El público tenía y tiene en su memoria un ser que antes existía y cuyo estilo lo transportaba; pero cada uno de los protagonistas del movimiento debía renovar y ampliar su estilo para el disfrute del mismo espectador.

Prácticamente determinó, de manera futurista, que deberían ser integrales. Todo desde el concepto de la expresividad, el movimiento y el trabajo corporal que ejercían al momento de presentarse al público y en el escenario.

Por esto señalo que el maestro Noverre fue un verdadero genio al futurismo dentro y fuera del ballet Clásico y la danza. Nos otorgó un verdadero legado, para que cada uno de nosotros lo interpretara y lo llevara en práctica tanto en experiencia y teoría; sin quitarle mérito alguno a las nuevas tendencias, reglas, estilos o creaciones que venían transitando poco a poco en el mundo del ballet de acción.

Escrito por: Román Correa
Maestro ballet clásico y danza contemporánea
Ilustrado por: Pablo López
Posted by:Acento Ballet

Revista digital de ballet.

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