A Colombia, la danza llegó gracias a un hombre llamado Jacinto Jaramillo. En su búsqueda entre lo tradicional y lo moderno, fue uno de los pioneros en este tema.
Después de vivir cinco años en Estados Unidos, Jaramillo se encargó de traer al país en la década de los treinta la técnica moderna de Isadora Duncan. La aprendió a través de Irma Erich-Grimme, alumna directa de dicha bailarina (Carvajal Bernal, 2013: 34). Jacinto Jaramillo buscó rescatar expresiones de la cultura popular para llevarlas al escenario y crear coreografías folclóricas colombianas.
En Medellín, y hablando particularmente del ballet clásico, fue la señora Lilly de Yankovitch quien incorporó la práctica. El origen de su llegada a Medellín es incierto, así como la documentación sobre esta maestra, quien fue la primera persona en abrir una Academia de Bellas Artes -como ella la llamó- en la ciudad. No obstante de verse como un pasatiempo de señoritas, en Medellín surgieron dos grandes maestras que influenciaron el proceso del Ballet hasta la actualidad. Marielena Uribe y Leonor Baquero fueron algunas de ellas.
Fue entrando a los años 70, con la llegada de un circo ruso a la ciudad, que el lituano Kiril Pikieris fundó la Escuela de Ballet de Medellín. Pikiris dirigió de la mano de la que sería su segunda esposa, la maestra Leonor Baquero.