De Juana Inés Ramírez de Asbaje mucho se ha escrito, pero realmente poco se conoce. Debe estar feliz de saber que 300 años después seguimos dando vueltas y vueltas a su vida sin descifrarla. Y que su inteligencia definitivamente es mayor a la de todos esos Hombres necios con los que tanto luchó.
Juana Inés nació en 1651, en la Nueva España, con muchas cruces con las que siempre tendría que cargar. Siendo la segunda hija de Isabel Ramírez de Santillana y Pedro de Asbaje y Vargas Machuca, quienes nunca se casaron; se sabía que no iba a tener muchas oportunidades de escalar socialmente, mucho menos siendo mujer.
El saber fue su arma más fuerte, que aprovechó contra todos aquellos que la querían denigrar.
De las dos opciones que una mujer tenía para su vida: casarse o ser monja, ella eligió la segunda, pues su deseo más grande siempre fue el saber, aunque esto supusiera privarse de sus libertades.
Primero, empezó como novicia en la orden de las Carmelitas Descalzas en 1667, cuya fundadora fue Inés de la Cruz de quien tomó su nombre para la nueva vida como religiosa. Esta era una orden muy estricta que se dedicaba solo a la vida contemplativa y donde solo había tiempo para orar.
Luego ingresó a la Orden de Las Jerónimas, unas monjas que contaban con grandes cuartos, esclavas. Lo que más le gustaba a Sor Juana es que ellas además de la vida contemplativa, dedicaban su tiempo a la escritura y el estudio. El 24 de febrero de 1669, fue cuando hizo los votos monásticos –aquellos que diferencian a un religioso de un seglar– y se hacen para tener una vida semejante a la de Jesucristo.
De la pobreza
El futuro incierto de Juana Inés cambió cuando ella llegó a la corte virreinal. Juana desde sus trece años se mudó a ciudad de México, para tratar de ocultar su origen. Allí vivía con una tía rica, hermana de Isabel, quien tenía conexiones con la corte virreinal. Cuando se presentó ante la corte y los Virreyes de Mancera, ellos se enamoraron de esta joven inteligente, graciosa y hermosa; quedando como una de las damas de Leonor Carreto, la virreina.
El futuro de Juana Inés era muy incierto pues a pesar de su fama, su origen como ‘hija natural’ no era bien visto, además carecía de fortuna. Sin embargo, gracias a su talento alcanzó a ser una de las mujeres más reconocidas de la Nueva España e incluso llegó a hacerse conocida tras la publicación de sus obras en España.
…se ha dudado de la castidad de Sor Juana Inés, pues en sus escritos se revela el amor, la pasión y el sufrimiento…
En 1689 se publicó en Madrid Inundación castálida una compilación de sus poesías y prosas, la cual se vuelve a editar para 1690 con nuevos manuscritos con el título de Poemas de la única poetisa americana, musa décima.
Por su talento, Sor Juana Inés de la Cruz siempre estuvo rodeada y fue admirada por las personas más prestigiosas de la Nueva España, quienes le regalaban libros, llegando a tener una de las bibliotecas más grandes de México.
De la vanidad
La Iglesia Metropolitana de México encomendó a Sor Juana su Arco Triunfal, el Neptuno alegórico, para los marqueses de la Laguna y condes de Paredes. En la serie Juana Inés, muestran cómo cortaron su cabello, entregó sus costosos vestidos, sus anillos y aretes. El saber fue su arma más fuerte, que aprovechó contra todos aquellos que la querían denigrar.
De la obediencia
Con tres años Juana Inés se escapaba con su hermana para recibir clases y así aprendió a leer. A los ocho quería mudarse a las ropas de un hombre; desde entonces ya comprendía que el mundo del conocimiento no estaba hecho para ella, una mujer.
Decidió aprender, saber, leer cuanto pudo. Leyó los libros que estaban en la biblioteca de su abuelo y los libros prohibidos por la Santa Inquisición —en la biblioteca de la corte—; estos alimentaron su mente prodigiosa que un día venció con inteligencia y sagacidad a cuarenta de los hombres más cultos de México.
De la castidad
Sor Juana al ingresar como monja y aceptar su voto de castidad voluntariamente se estaba alejando de las desventajas por su condición de mujer e incluso se consideraba más viril, según la Iglesia.
En muchas publicaciones se ha dudado de la castidad de Sor Juana Inés, pues en sus escritos se revela el amor, la pasión y el sufrimiento que la divina Lysi —como le decía a la Virreina de La Laguna— generaban en ella. En algunos chismes históricos se cuenta que esta mantenía relaciones sexuales, incluso orgías, en la casa de las jerónimas.