Alejandra Pizarnik no se equivocó cuando escribió que pasa con el alma lo que pasa con las palabras: ninguna es visible.

El ballet, del italiano ‘balleto’ (reconocido como vocablo francés) que significa ‘baile’ es una técnica clásica de la danza que se desarrolló según las épocas, zonas y corrientes. Incursiona en el terreno teatral en cada interpretación y, quizá, sea una manifestación del alma en sí misma.

Balthazar de Beaujoyeulx, quien fue el primero en utilizar la palabra ballet en 1582, lo definió como «una mezcla geométrica de personas que bailan juntas, acompañadas por varios instrumentos musicales» y más tarde Bastiano di Rossi reconfiguró este concepto diciendo que el ballet es «‘una pantomima con música y danza». Sin embargo,  la geometría perfecta es más que la agrupación de bailarines formados, sino el cuerpo mismo siendo lineal, liviano y resistente.

Esta práctica se ha caracterizado por la delicadeza y la elegancia que se transmite en escena y debido a que es la base del resto de las danzas, en los últimos siglos ha sido objeto constante de renovaciones y experimentos.

«Sobre un campo de trigo sin hacer inclinar una espiga»

En 1822, en el ballet romántico La Sílfide, Marie Taglioni fue la primera en bailar empleando la técnica en pointes, usando unas zapatillas que diseñó su padre Flippo Taglioni; así estableció un estilo ligero, convirtiéndose en un emblema de esta danza. Este fue uno de los motivos por los que Andrés Tamayo Baena, director de Taglioni Ballet, quiso llamar así a su academia.

Taglioni Ballet es una academia que aun pequeña se proyecta en grande. Y como sabemos que hay que caminar por los sueños hasta alcanzarlos, por este sueño se danza y, por qué no, en pointes.

Cruzar la puerta de Taglioni Ballet es cruzar la puerta de un segundo hogar: subo las escaleras que parecen eternas hasta el cuarto piso donde se ubica la academia pero parezco subir a un sueño y en cada piso que avanzo la suave música de piano me acoge más.

Al ingresar, la sala de estar recoge a padres y acompañantes que van a esperar durante las prácticas a sus bailarinas. Sin restricción alguna pueden sentarse a observarlas, leer algo en alguna de las mesas, o tomar aire fresco desde el balcón.

Un paso adentro de la academia es recibir (con la música y el ambiente agradable) el saludo de Carolina Luján, la administradora, quien es, antes que eso, una suerte de mamá para las bailarinas. Carolina siempre está peinando a alguna pequeña, midiendo zapatillas, atendiendo las preguntas de los padres y, en ocasiones, dando regaños amorosos. El escritorio de Carolina es la puerta al salón de danza, donde ocurre la magia.

Serguéi Diáguilev, empresario fundador de los Ballets Rusos, se refería a la técnica de Marie Taglioni como danzar “sobre un campo de trigo sin hacer inclinar ninguna espiga”. Esto es lo que pasa en Taglioni Ballet cuando Andrés Tamayo, el Maestro y Director de la academia reproduce la música que las bailarinas danzan.

Vistiendo medias y zapatillas rosas, con un leotard negro con azul y una falda negra, las bailarinas ingresan al salón de danza y frente a un espejo que ocupa toda la pared, inician el calentamiento. En la zona de los camerinos están quienes terminan sus lecciones, mientras se cambian, disfrutan de un momento de esparcimiento con sus amigas. La academia se convierte en la oportunidad de tejer amistades y fortalecer lazos.

Entonces, quien visite Taglioni Ballet descubrirá que el título de academia no es más que una formalidad: Taglioni es una familia de bailarinas que cada vez crece más y el espacio físico no cobra importancia porque son las personas que lo habitan las que hacen de él un lugar especial.

Attitude

En ballet, este término se usa para una posición en la que el cuerpo se mantiene en equilibrio sobre la punta de un pie mientras el otro se curva perpendicularmente, pero siempre dando la cara al público.

Aquí una entrevista en la que, a través de las palabras de su director, podemos ver la cara de Taglioni Ballet:

Jessica Agudelo: ¿Cómo nace Taglioni Ballet?

Andrés Tamayo: Después de que bailé mucho tiempo me dediqué a la enseñanza del Ballet en Medellín. Más tarde ocupé cargos administrativos en las áreas académica y artística y, en 2013 sentí que era el momento de formar mi propia academia.

Con el apoyo de Carolina, mi esposa, emprendimos este sueño donde quería formar bailarines de la manera que considero correcta y que ahora se llama Taglioni Ballet.

JA: ¿Por qué en Bello?

AT: La primer razón es porque crecí en Bello. Toda mi vida transcurrió en Bello. Y la segunda, porque si bien, en Bello existían algunas academias de danza, ninguna se enfocaba únicamente en la enseñanza del Ballet.

Un martes 29 de enero a las 4:00pm, Andrés dictaba la primer clase de Taglioni Ballet. Con cuatro estudiantes entre los 7 y 8 años la academia abría sus puertas en el municipio de Bello-Antioquia, conocido como “la ciudad de los artistas”; pero para entonces carente de una academia especializada en dicho arte.

Poco a poco se fueron consolidando los grupos y, aunque inicialmente no se pensaba realizar muestra académica ese primer año, cuando llegaron a las 80 estudiantes en tan poco tiempo, vieron la necesidad de planear su primer clausura.

JA: ¿Cómo fue la primer función de Taglioni Ballet?

AT: La función se tituló Érase una vez. Recopilaba los personajes de algunos cuentos infantiles: aladino, caperucita, pinocho y otros eran los personajes que interpretaba cada grupo, con músicas de los principales ballets clásicos.

JA: ¿Quién se encargó de la imagen de la academia? 

AT: Yo me encargué del logotipo. Quería algo representativo del ballet, y elegí los colores a mi gusto: azul es mi color favorito y magenta es un color llamativo para el público infantil, que era el público con el que quería iniciar. No quería una academia de bailarines ya formados ni una compañía, quería una escuela de formación de bailarines donde pudiera empezar con las edades pequeñas.

“La psicología le sirve a todo el mundo y es afín a cualquier profesión. Es una disciplina que se encarga de estudiar el alma humana: la psique”, asegura Andrés, quien además de haber sido bailarín durante toda su juventud y dedicar su vida a la danza, realizó estudios de psicología.

JA: ¿Cuál es el punto de encuentro entre la psicología y la danza?

AT: Yo trabajo con seres humanos. El objetivo de esta academia es, más que enseñar pasos, formar personas a través de la técnica específica del ballet clásico. La psicología se vuelve un instrumento útil para lograr esa finalidad de vincularse con los seres humanos.

JA: ¿Cómo?

AT: La principal característica de un buen proceso de formación es lograr la motivación. Yo aquí no soy psicólogo, soy docente de ballet, pero creo que la psicología está implícita sin yo quererlo. Se ve reflejado en la manera en la que me relaciono con los estudiantes y las prácticas que realizamos para que sea un proceso de aprendizaje exitoso.

JA: ¿Qué diferencia a Taglioni Ballet de otras academias?

AT: En diversas ocasiones me encontré con otras academias que eran dirigidas por personas que no tenían vocación por la danza, con personas que no tenían la pasión por ser bailarines, docentes, coreógrafos o eso a lo que se dedicaba, y hallé muchas veces un enfoque monetario. Descuidando el proceso de aprendizaje de los estudiantes.

Yo quería una institución que tuviera claro su rumbo. Nosotros concebimos a Taglioni como una familia, en el que sea más que pagar por unos servicios profesionales, pero donde la prioridad sea el amor por el ballet.

Yo diría que la diferencia es que es una institución dirigida por alguien a quien le duele el ballet y le duelen sus estudiantes; que cree en las personas.

Eso lo aprendí de mi primera maestra, Maria Elena Uribe. Lastimosamente yo alcancé a estar con ella apenas dos años, y cuando yo llegué a su institución me encontré con una familia. Si faltaba a clase ella misma me llamaba y de manera cariñosa me regañaba. Si yo no hubiera contado con esa constancia en mi formación, a lo mejor no hubiera durado mucho, porque yo era muy disperso. Y ella se convirtió en un modelo a seguir para mí.

JA: ¿Cómo se ve Taglioni en unos años?

AT: Sueño con instalaciones que respondan a la necesidad del número de estudiantes que cada vez se incrementa. La planta física resulta importante para el proceso de aprendizaje. Me gusta que los padres lleguen y se sientan cómodos, que los espacios convoquen a la gente a que cree lazos. Sueño con instalaciones que permitan por lo menos dos salones más. Sueño que el piso tenga cámara de aire.

Con recurso humano más amplio en el tema de docentes. Sueño con la formación de grupos de proyección, con un nivel técnico alto. Exportando bailarinas para que audicionen en compañías fuera del país o puedan terminarse de formar.

Sueño con una academia que aporte a la ciudad y al Valle de Aburrá.

Ese sueño al que Andrés y Carolina llamaron Taglioni Ballet, se ve reflejado también en las palabras de sus estudiantes:

“Antes de estar en el escenario, lo único que sientes es ansiedad y miedo. Te sudan las manos, te tiemblan los pies y la cara de pánico es evidente. Era mi primera vez danzando. Todas las posibilidades de equivocación llenaron mi mente…sin embargo, cuando era nuestro turno y pisé el escenario, dejé de pensar y comencé a sentir.

Sonaron las primeras notas de nuestro acto, y empecé a dejar que estas manejaran mis movimientos. Tenía los oídos en los pies y la música por todo mi cuerpo; me seducía. Las luces, el público, el vestuario, sólo eran añadiduras y espectadores de la boda entre los cuerpos y la música; la melodía envolvía el ambiente. Al final, no había rastro de temor, sólo satisfacción. Me sentí extasiada. Cuando salí del escenario, me di cuenta que el mejor regalo para un bailarín no son los aplausos… son esos minutos en los que te sientes mágico, en los que eres tú realmente”.

– Luisa María Echeverry, bailarina de Taglioni Ballet
Escrito por: Jessica Mileidy Agudelo
Fotografía: Taglioni Ballet
Posted by:Acento Ballet

Revista digital de ballet.

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