Entrevista a Paulina Correa Estrada
Una bailarina de ballet sabe que sus duros entrenamientos se justifican cuando, en el escenario, se siente volar.
Paulina Correa baila desde los tres años. Empezó ballet en las clases extracurriculares en el colegio Mary Mount de Medellín. También, tomaba clases de teatro y de canto. Se sintió artista desde pequeña y bailarina cuando logró identificar que la actuación y la música eran maravillosas, pero no despertaban en ella la misma emoción que la danza.
“Yo le decía a mi mamá que me gustaba cantar, pero me faltaba un punto para llegar al éxtasis; en cambio, bailando, sí lo alcanzaba: me dejo llevar completamente, me pierdo. Es una sensación de libertad completa, como cuando uno está soñando y puede controlar el sueño y tiene magia”, afirma Paulina.
Tenía once años cuando decidió dedicar más tiempo al ballet. Buscó cuáles eran las mejores academias en la ciudad, cuáles quedaban más cerca de su casa y se resolvió por la Academia Marielena Uribe. A los 14 años, viajó con un grupo a un curso de verano en Cuba, donde los profesores le dijeron que tenía muchas posibilidades para ser una buena bailarina profesional. Tendría que esforzarse más, dar el 100%. Al regreso, se inscribió en las clases de Andrea Wolff y a los pocos meses se presentó a una audición para un colegio de artes en California, Estados Unidos. “Audicioné por audicionar. Si me aceptaban, sería imposible ir; se trata de un colegio privado en los Estados Unidos, es decir, un colegio muy costoso. Pero, me aceptaron y me dieron una beca. En un mes saqué la visa, organicé el viaje y me fui”.
Katy Schuth: ¿Cómo se sentía estudiar en un internado?
Paulina Correa: Increíble. El internado queda en un bosque. Veía nevar mientras bailaba. Desde chiquita yo me soñaba un colegio donde pudiera bailar en un bosque y este lo era. Fue súper mágico.
KS: ¿Cómo fue la experiencia de bailar muchas horas al día?
PC: Por la mañana, recibíamos clases de colegio normal y por las tardes clases para la especialidad de cada uno, ya fuera teatro, cine, actuación, canto, música o danza. Entrenábamos ballet, puntas, contemporáneo, moderno, hip hop, tap, jazz y todos los estilos de baile que uno se pueda imaginar.
KS: ¿Qué te brindó la academia aparte de bailar?
PC: Ser entrenada profesionalmente por profesores de tanta calidad y con compañeros de todas las culturas -el 60% de los estudiantes eran internacionales- me ayudó a crecer mucho.
Además, estar a los 15 años sola, tener que lavar mi propia ropa, organizar el cuarto, convivir en la misma habitación con un compañero; eso también es un gran reto.
KS: ¿Cuál era tu nivel como bailarina en ese momento?
PC: En Medellín, me sentía súper “tesa”, la mejor. Llegué allá y era… no la peor, pero la mayoría de los bailarines tenían entrenamientos profesionales desde chiquitos. Yo siempre tuve las condiciones físicas, el tipo de cuerpo, la flexibilidad, sin embargo, llega un momento en que eso no es suficiente, uno tiene que trabajar. En el colegio de artes los profesores me decían “no importa qué tan alto puedas subir la pierna si no la estás subiendo bien”; en cambio, yo estaba acostumbrada a subir la pierna hasta detrás de la oreja, porque soy flexible, y no importaba cómo la subía. Allá me despertaron.
KS: ¿Cómo fue bailar otros estilos de danza?
PC: Nunca había bailado nada distinto a ballet, algo de contemporáneo, un curso tal vez, pero no un entrenamiento serio. Por eso el choque fue tan serio. Entré en ceros. Los otros compañeros ya habían tenido todas esas clases. En una educación de baile en los Estados Unidos, que son muy serias, se da una formación completa de todos los tipos de baile. Y me di cuenta que esos tipos de baile apoyan al ballet porque son sensaciones distintas.
KS: ¿Cómo puede apoyar esos tipos de baile al ballet?
PC: Por ejemplo, a veces me decían que rotara una pierna y no lo lograba, no tenía los músculos activados. Bailando contemporáneo, activé esos músculos y luego pude usarlos en ballet. Los bailes se complementan porque te ayudan a conocer el cuerpo, los músculos, los movimientos.
Pero lo mío es el ballet.
KS: ¿Cómo se siente una bailarina de ballet bailando hip hop?
PC: Fue una lucha. Yo estaba acostumbrada a unas sensaciones precisas del cuerpo, estar tiesa, estar derecha, y yo no entendía cuando me decían que me soltara. Al principio, me negué. Sufría horrible en esas clases, pero después cambié mi mentalidad y pude entender las sensaciones y lo logré disfrutar. Estas clases eran un descanso de toda la formalidad y rigidez que puede tener el ballet cuando uno no lo maneja suficientemente bien.
KS: ¿Cómo hicieron tus papás para dejarte ir a los Estados Unidos a bailar ballet?
PC: Yo siempre he sido artista. Algunos piensan que soy rara. En el colegio, las compañeras hablaban de las cosas normales, las salidas, la moda, los programas, y yo pensaba en el ballet, las zapatillas, los pasos, en la coreografía. Tenía una mentalidad distinta. Mis padres, que son artistas (mi mamá es cantante y mi papá, fotógrafo), notaron que yo sufría en un mundo donde no encajaba. Cuando se me presentó la oportunidad de la beca para el colegio de artes, ellos hicieron un sacrificio muy grande, porque sabían que se trataba de mi felicidad, entendieron que para mí era la vida.
KS: ¿Cuál ha sido el reto más grande que has superado como bailarina?
PC: En una clase me doblé un tobillo, pero seguí entrenando normal durante el resto de la semana, porque nos calificaban las clases y estábamos preparando un examen. El fin de semana ya no podía más del dolor. Me llevaron al hospital especializado y el diagnóstico fue que tenía dos ligamentos del tobillo reventados. Me tocó parar. Lo más duro no era estar lesionada. Lo más duro era tener que ir a las clases de ballet y estar sentada viendo a las compañeras bailar. Me hacía extrañar el baile, era un impedimento, una frustración muy grande.
KS: ¿Cuánto tiempo tuviste que parar?
PC: Dejé de bailar durante casi ocho meses. Y empezar de nuevo fue difícil: la mente está ahí, en el entrenamiento, uno sabe los pasos, pero el cuerpo ya no responde igual. Pasaron otros seis meses de mucha intensidad antes de sentir que ya estaba bailando bien. Sin embargo, para recuperar totalmente el pie, tendría que operarme y no lo voy a hacer: cabe la posibilidad de no poder bailar nuevamente. Ahora el pie funciona, puedo bailar que es lo que me importa.
KS: ¿Cómo sientes la música?
PC: La música es como el aire cuando uno vuela, es lo que te envuelve cuando estás bailando, lo que te impulsa. La música es algo más que se agrega a esa experiencia que es de todos los sentidos.
KS: Hoy, ¿como bailarina cuál es tu nuevo reto?
PC: Antes yo veía los videos de las bailarinas rusas y quería ser como ellas. Esos pensamientos me lastimaban mucho. Trataba de bailar como ellas y no lo lograba. Y, realmente, yo puedo hacer lo que hago y no soy mala, bailo bien. Pero era la comparación lo que más me lastimaba. Ahora ya no. Veo el baile de una manera distinta. Ya sé que las rusas son así porque son ellas y yo soy yo. No puedes ser alguien más que tú mismo. Ya sé que la perfección no existe porque uno siempre la está buscando, así que hay que disfrutar el camino, porque igual nunca voy a llegar a la perfección.
Además, en el ballet se acaba el tiempo. El cuerpo tiene límites y mientras más tiempo pasa, uno va notado más los límites. Hace cinco años, yo podía entrar a una clase sin calentar, hacerla, salir y al día siguiente, sentirme perfecta. Ahora, si no caliento y no estiro después de clase, al otro día no soy capaz de levantarme de la cama. Y si no estiro seguido, voy perdiendo flexibilidad.
Entonces, hoy se trata de disfrutar cada instante que tengo para bailar. De hecho, este año es un sabático para mí, dedicado al baile. Voy a muchas clases, para bailar.
KS: ¿Ahora, cómo ves el mundo del baile y el ballet en Medellín?
PC: Medellín ha progresado mucho en los últimos años. Ha subido mucho el nivel.
Ha sido un proceso largo, mucho más que mi propio tiempo. Vienen personas del exterior, hay proyectos nuevos, pero aún hay diferencias.
KS: ¿Como cuáles?
PC: Por ejemplo, acá no existe un lugar para entrenar profesionalmente y esa es la mejor oportunidad que uno puede llegar a tener. En cambio, en Estados Unidos, no hay vacaciones de ballet, no es posible, porque el cuerpo se resiente. Hay intensivos en vacaciones. Aquí no tenemos esa mentalidad y por eso se paran las clases. Es como si el ballet fuera más un hobby, algo que no puedes hacer como profesión y entonces para qué le vas a dedicar tanto tiempo.
KS: ¿Cuál es tu sueño hoy como bailarina de ballet?
PC: Estoy estudiando psicología y soy bailarina. Haré algo con esas dos profesiones. Mi misión en el mundo va más allá de bailar en una compañía. Yo sé que bailar en un escenario puede resultar inspirador para alguien, pero creo que mi misión está más en el mundo real, no en las presentaciones.
KS: ¿Cómo vives una presentación? Antes de subirte al escenario, ¿cómo es?
PC: Antes de una presentación hay nervios, claro, pero ya pasé esa etapa de tensión. Ahora me emociono porque bailo para mí y sé que se va a sentir muy bien. No me sirve de nada sentirme nerviosa, en ese instante ya no puedo hacer nada más para mejorar. Estoy tranquila porque mi preparación fue suficiente. Si me pongo a pensar en la coreografía, me estreso y no disfruto. Sería como sentarse a estudiar justo antes de un examen.
KS: ¿Qué vives durante la presentación?
PC: La presentación son esos instantes por los que uno tanto entrena. Una clase para mí es como un tipo de meditación, pero es entrenamiento. Lo que ya no es entrenamiento es el momento cuando estás en el escenario, ahí es cuando estás bailando. No hay nada como cuando uno está en el escenario. Siento como si estuviera en un sueño, volando, como si alcanzara un nivel de conciencia distinto, como si me despertara. Es muy difícil de describir. Es un minuto que se siente como horas.
KS: ¿Y cómo te sientes cuando acaba?
PC: El aplauso es la respuesta a esa parte tan personal que compartí, a ese momento en que expuse mi intimidad. Es la conversación con el público, como si me dijera, aprecio que hayas hecho eso, aprecio tu esfuerzo, lo que compartiste. Es más que actuar, que representar un personaje. El baile se trata de comunicar una emoción y meterse en ese momento. Y eso es lo que el público percibe. Para mí eso es el baile.
Por eso yo nunca dejaré de bailar ballet por nada, porque es algo que me hace falta, una necesidad básica.
Escrito por: Katy Schuth B.
Comunicadora, Danzar con Alma
Fotografía: cortesía.
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